Gerardo Grosso. Se presentó en Buenos Aires la “Huella Guaraní”, el primer sendero etno-turístico de largo recorrido de la provincia de Misiones y el más largo en el ambiente de la República Argentina. Se trata de una experiencia de ecoturismo que recorre 62 km a través de 20.000 hectáreas protegidas. El recorrido, denominado además como ”La Senda Sagrada de la Tierra sin Mal”, ofrece a sus visitantes una gran variedad de actividades que combinan turismo aventura con la preservación de las culturas originarias.
El subsecretario de Ecoturismo de
Misiones, Magister Fabio Zappelli, participó de la presentación y explicó que
“se trata de una experiencia innovadora que viene a reformar la región
del Moconá y las comunidades originarias instaladas a lo largo del sendero como
las aldeas y las colonias rurales de Fracrán y Colonia La Flor”.
La Huella Guaraní se
desarrolló en el marco de la Ruta de la Selva y como parte de la Planificación
Estratégica de Diversificación Productiva del Turismo de la provincia, que
busca integrar colonias, aldeas originarias y áreas protegidas para así
favorecer el desarrollo económico, social-cultural y ambiental de las
comunidades originarias y rurales ubicadas en el área de influencia. En este
sentido, el nuevo recorrido turístico beneficiará a miles de personas, ya sea a
través de la generación de actividad económica en el área, como a través de la
conservación de recursos físicos y biológicos de los sistemas naturales. Dentro
de sus principales objetivos se destacan: fomentar la inclusión productiva de
comunidades rurales y originarias, y el trabajo mediante procesos asociativos
(cooperativas) para la elaboración de productos para el turismo; formar guías
baquéanos e impulsar el turismo de naturaleza, cultural y de investigación
científica.
El recorrido se extiende por la
Ruta Provincial (RP) 15, entre la RP Costera 2 “Juan Pablo II” y la
Ruta Nacional 14, y su dificultad es media-alta, con una altitud que va desde
los 398 a los 597 metros sobre el nivel del mar. Atraviesa la Reserva de
Biósfera Yabotí, reconocida internacionalmente en 1995 por el Programa
“Hombre y Biósfera” de la UNESCO. La misma está
compuesta por las áreas protegidas de la Reserva Natural y Cultural (ex Papel
Misionero, 10.397 ha), el Área Experimental Guaraní (UNAM, 5.343 ha) y el
Parque Provincial CaáYarí (IPS, 4.783 ha.). Del total del recorrido, unos 32 km
son de selva misionera en gran estado de conservación.
El sendero también está
integrado por las comunidades que provienen de las aldeas originarias de
Caramelito, Pindó Poty, Jejy, Její mini, ItáChí, entre otras, y rurales como
Colonia “La Flor” y Fracrán.
La experiencia Huella Guaraní
Para quienes buscan conocer con
mayor profundidad las culturas originarias, la experiencia incluye actividades
que permiten interactuar con las comunidades locales, tanto el aprendizaje de
técnicas ancestrales de construcción, caza y pesca, como la adquisición de
artesanías autóctonas.
La Huella Guaraní también cuenta
con una amplia gama de experiencias que permiten conocer la diversidad y
riqueza que encierra la selva misionera. De este modo, los viajeros pueden
realizar actividades de cicloturismo, senderismo, 4X4, paseos fotográficos,
avistaje de aves y visitas a numerosos saltos de agua escondidos en la selva.
Gracias al número importante de renovales en Tacuapí, el área resulta ideal
para la proliferación de la mariposa morpho, lo que permite conectarse
con la naturaleza al disfrutar del avistaje de esta especie.
Esta experiencia se
desarrolló en el marco de la Ruta de la Selva y como parte de la Planificación
Estratégica de Diversificación Productiva del Turismo. Esta primera etapa,
impulsado desde la Subsecretaría de Ecoturismo de la Provincia de Misiones, se
origina en el marco del Programa de apoyo al Desarrollo Local, el Ecoturismo
y la Conservación, para el área integrada por las localidades de San
Pedro-El Soberbio y San Vicente incluyendo a la Reserva de Biosfera de Yabotí.
El proyecto surgió por la
convicción de que el ecoturismo es una herramienta que, cuando está bien
planificado, estimula el desarrollo de pequeños negocios comunitarios y la
creación de empleos estables en las comunidades. Es así como se espera
favorecer tanto el arraigo rural, como la actividad de baja intensidad que con
mínimas inversiones logra la conservación de los recursos físicos y biológicos
de los sistemas naturales.
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